Me acepté como una perra sumisa para mi amante dominante, un mastín mestizo llamado Rex. A veces no puedo creer que me haya convertido en su perra. Habíamos hecho el amor incontables veces. Me encanta la forma en que me domina, me encanta cuando estoy a cuatro patas y lo excitado que se pone, me encanta cuando sus patas se envuelven firmemente alrededor de mi pequeña cintura y me ajusta para su placer sexual. Me encanta la forma en que me toma, sus embestidas despiadadas, su enorme nudo, su semen y su potente semilla en mi útero fértil... Me encanta ser su perra.
¿Y qué pasa con vosotras, compañeras perras?